miércoles, 2 de marzo de 2011

¿Mal de vereda?
Existe un comportamiento maligno que, según la sabiduría popular, se adopta en las selvas y lugares más alejados de las modernas civilizaciones más conocido como el mal de vereda. Lo padecen tanto hombres como mujeres y consiste en sentirse atraído por el PIB; entiéndase  por PIB una persona demasiado agropecuaria para nuestro gusto, con quien nunca nos meteríamos en la ciudad y de quien nos avergonzaríamos profundamente y no seríamos capaces de cogerlo de la mano en Unicentro, en cambio, buscaríamos la manera de llevarlo a las periferias de la ciudad buscando privacidad o, para ser más pragmáticos, a cine a Centrosuba –aunque he de admitir que Centrosuba gana una sofisticación inmensa escribiéndolo en itálicas y no es conveniente, para la  imagen que estoy recreando, que pierda su carácter arrastrado y callejero.
Pero ¿quién no ha sufrido alguna vez del mal de vereda? Cientos de mujeres lo hemos padecido, desde la bióloga aguerrida que encuentra a su Capax en alguna sombrita del magdalena y se lo trae a la capital a manejar camión, hasta la joven y emprendedora profesional de las ciencias sociales, que en su cruzada en pro de “construir país” por la Orinoquía, se enreda con un lanchero de grandes proporciones que termina llenándole la barriguita de hueso muisca y del más puro. Es que el mal de vereda ataca con la indomable fuerza del amor y muchos creen que se acaba pronto, apenas se ve el peaje para entrar a la ciudad. Desde la experiencia que me ha dado dirigir impecablemente la fundación He-hunters y escuchar atentamente a sus miembros, fundadoras y socias, me tomo el atrevimiento de debatir esta errónea creencia, el mal de vereda no acaba llegando a la ciudad, el mal de vereda también se contagia en el círculo urbano y es de los peores y más duros de erradicar, es más, conozco mujeres que no han salido hace años de la ciudad y viven de mal de vereda en mal de vereda, qué tristeza, viven con el corazón roto por un muisca venido a menos con ínfulas de capataz, jeta autóctona y agreste e instinto de bestia salvaje. Arriesgándome a sonar radical y a apestar a feminismo barato me aviento a afirmar, sin vergüenza, que el mal de vereda es, ahora, una enfermedad endémica y de mucho cuidado en nuestro país, porque es el muisca promedio, el pib, el abominable hombre primitivo vestido de jeans, camiseta –ojalá de algún pecueco equipo nacional como “millos”-  y cachucha, el que nos causa este mal.
¿Cuáles son los síntomas?
Casi desde la fundación de He-hunters nos hemos encargado de tipificar los síntomas de esta epidemia y de cuantificar –de manera muy artesanal y al ojo casi- los casos en los que este mal se presenta periódicamente. Según cifras consolidadas este año, el mal de vereda ataca a un 95 por ciento de la población femenina, cuéntese usted dentro de este 95 si alguna vez lo padeció o lo está padeciendo o alguna amiga cercana o familiar lo ha hecho. Es increíble, empieza con los síntomas normales del enamoramiento, se acrecienta con el consumo de licor y en poco tiempo se ve reflejado en el aflojamiento de pierna. En pocos meses –y si tuvo la suerte de encontrar desocupado el cine de Centrosuba, por ejemplo un jueves o viernes santo- el mal de vereda se verá encarnado en un pequeñín con la misma jeta del taita que no tiene la culpa de que su mamá no haya sido eficiente en la discriminación del espermatozoide que escogió para fecundar su único óvulo, ni del recio gen que heredó sin siquiera pedirlo porque, como diría J.P. Sartre, estamos arrojados en el mundo sin haberlo elegido.
Algunos científicos sociales y otros antisociales afirman que la estupidez y brutalidad de la fémina muisca es un síntoma del mal de vereda. Me atrevería a decir que no, porque está claro que muchas veces ésta no es una condición ad hoc de la mujer chibcha sino que es permanente. Por algo será que el muisca sigue siendo casi un hombre del neardental, porque la muisca se lo ha permitido –lo repito una vez más- la tontería y sumisión femeninas son el subdesarrollo de nuestra incipiente evolución doméstica. Sobre este tema las europeas nos llevan años luz, ellas ya se revelaron del yugo masculino, ya lo superaron y ahora lo dominan y lo aventajan, para allá vamos nosotras si es que algún día tomamos el poder, así sea por la fuerza.
Retomando el tema sintomático, podría comparar al mal de vereda con los efectos alucinógenos de cualquier droga psicodélica de los 60, ¿Por qué? Porque causa la misma ilsuión ocular: convierte una cosa horrible en algo hermoso y colorido. ¿Sería esto lo que pasaba a don Quijote al ver a Dulcinea? Muy seguramente. Es gracias a esta alteración de la realidad que nosotras terminamos viendo divino al muisca, no importa cuán mugroso e inmundo sea, lo vemos precioso y yendo más lejos, nos parece que su hedionda jeta y su barriga es un trofeo que tenemos que restregarle en la cara a las demás muiscas que están locas de la envidia por nuestra suerte emocional, ¡qué engañadas vivimos! Y lo peor del cuento es que algunas muiscas, iguales de traicioneras a su homólogo, se atreven a bajarle a uno el “trofeo”, no es realismo mágico, no, señor, sucede, por más feo, jetón, mugroso y desagradable que sea el muisca hay una recua de damas dispuestas a echarse uña por él, ¡qué romanticismo!  Se le conoce como romanticismo de montaña, por lo extremo y agropecuario, por supuesto.
Pero a pesar de la alarmante propagación del mal de vereda, de sus consecuencias y síntomas, la justicia sigue primando por encima de todo, alguna vez una persona muy sencilla me dijo que la justicia era darle a cada uno lo que se merecía -quizás parafraseando algún antiguo proverbio- y siguiendo estas sabias palabras me atrevo a afirmar que dicha propagación endémica de la enfermedad es justicia divina, pues hay ciertas féminas muiscas de traicionera malicia y garra de perdiz que merecen su “embellecido trofeo”. El muisca podrá ser inmundo, callejero y burdo pero la muisca, aunque bonita, muchas veces es ramplona, traicionera y rapaz y se merece un bulto aborigen al lado, dominándola con su agreste caballerosidad que ella interpreta como romanticismo, llenándose de chinos y dedicada a la cocina mientras éste se dedica al comedor.  
Concluyo, entonces, diciendo que  el mal de vereda existe en muchos casos porque el PIB femenino se lo merece, pero para el otro porcentaje femenino que no tiene la vergüenza de merecerse semejante mal, recomiendo abrir bien los ojos, apenas usted se esté entusiasmando inexplicablemente con cualquier pedazo de carne –porque uno se entusiasma con cualquier “bómper” vomitado como bien recita la sabiduría popular-mecánica- consulte con su mejor amiga, dese un paseo por la candelaria y nutra el ojo a punta de extranjero bronceado y mechudo o, si el caso es extremadamente grave, tómese unas vacaciones lejos de acá, cualquier cosa que le guste cruzando la frontera va a ser ganancia, se lo aseguro. Y recuerde alejarse lo más posible de Centrosuba o sus homólogos –si está en otra ciudad o ciudad intermedia-. Chicas He-hunter “¡A erradicar de nuestras vidas el mal de vereda. Porque no lo merecemos!”.

domingo, 30 de enero de 2011

El muisca, aunque se vista de seda, muisca se queda.

Cada vez que intento explicar las laudables labores de la fundación He-hunters cuya misión es luchar por un pasaporte digno para nuestros hijos –valga la pena la repetición, tan válida en la empresa de consolidar la organización como un sello mundial- me doy cuenta de lo ardido que se pone el muisca ante la idea de competir con testosteronas más finas que la propia. Sí, lo sigo gritando a los cuatro vientos, el extranjero supera al chibcha en muchos aspectos que no repetiré; lo que quiero señalar, ahora, es que cuando grito esto delante de un muisca, éste se ofende y empieza a dar patadas de ahogado diciendo, con su tono agropecuario y traicionero, que esos gringos nos quieren llevar allá es para que les lavemos la ropa y les “trapiemos” el piso. Da pesar y hasta tristeza ver cómo el muisca respira por la herida mientras saca pecho, mete la panza y se ajusta el pantalón como quien guarda un tesoro incalculable, eso sí, el muisca podrá ser lo que se quiera pero es un optimista increíble, cualidad muy saludable para su autoestima.
Otro de los argumentos que saca el muisca a la hora de desprestigiar nuestra loable tarea de establecer relaciones internacionales es que el extranjero es hombre, y los hombres son todos iguales, aquí y en cafarnaún. He de aceptar que este argumento es sólido y hasta cierto. No lo voy a discutir ni siquiera, el hombre es hombre, con o sin pasaporte digno, y ha de pelar el cobre en español, inglés, alemán o cualquier otra lengua. Pero sigo creyendo que el muisca es más proclive a pelar el cobre. Y aceptando el hecho de que el cuestionado desempeño masculino no es una cuestión de raza si no de género, el muisca hincha el pecho de nuevo y se le desarruga el ego. Así que con más seguridad y apropiado de la palabra, el muisca sigue echándole agua sucia al gringo diciendo que una vez el gringo coge las mañas locales se vuelve un muisca en versión mejorada y corregida. Otro argumento válido, ¡bravo, muisca!, vamos 2:1, hoy me estás arrasando. Debo admitir también, que el extranjero colombianizado, aprovechando su linda jeta, bastante más atractiva que la del muisca, e hipnotizado por la belleza de la muisca de recio gen, enamora a cuanta dama que moje cuco con lenguas extranjeras se cruce por su camino, y luego de enamorarla no tiene ningún problema con enamorar a otra que también se lo dé así de fácil porque él piensa: ¿Si estoy de vacaciones y conociendo, tengo que probar de todo o no? En ese momento es importante la presencia del muisca amigo, diciéndole, hágale, mister, aproveche y coma de todo lo que le ofrezcan. ¡Pero qué bonito intercambio cultural! Si las muiscas nos esforzamos por atender bien al gringo, el muisca se esfuerza por “aconsejarlo bien” y de paso goza de los privilegios que le da andar con un caballero de pasaporte digno en estas tierras pues el gringo termina gastándole la rumba y, por ahí derecho, consiguiéndole romances de debut y despedida – que son los más apetecidos por el muisca- y el muisca termina pegándosele al gringo como una lamprea para sorberle hasta el último dólar. Con el tiempo, el gringo que se amaña y se hace amigote del muisca termina percudido y con descendencia, no es raro ver luego un par de niños ojiverdes con pelo azabache o pelo de flecha, gritándole al gringo: “apá, apá… que ya está el almuerzo!”. Niños con jeta de gamín y pasaporte digno.
Sin embargo, analizando las estadísticas consolidadas por la fundación He-hunters el año pasado, la percudida del gringo no es una acción recurrente y, por lo tanto, solamente ocupa un porcentaje ínfimo en la muestra.
En cambio, las estadísticas muestran un alto porcentaje de muiscas queriéndose percudir de gringo. Son miles, generalmente son tipos estudiados y leídos que luchan constantemente con aplacar su instinto de simio tropical y viajan a hacer sus maestrías y doctorados en el primer mundo, a podarse la greña de montañero a punta de inviernos infernales y visas. Muy admirable la intención del muisca de percudirse de gringo ya que es una muestra de que, luego de mucho leer o viajar -o las dos- o viceversa, reflexionó y pensó que su naturaleza de latin lover ya no estaba siendo tan popular entre las mujeres liberadas del mundo posmoderno y que era hora de civilizarse. Hay que reconocer que este esfuerzo le suma puntos a esa población de indios letrados pero, mis queridos muiscas, no basta con querer, también hay que poder, y es en ese pedazo de la tarea en que siempre, inevitablemente, terminan fallando. Desde pequeña mi abuelita me decía “La mona, aunque se vista de seda, mona se queda” y yo he encontrado la ocasión perfecta para trastocar este aforismo popular y dejarlo como: “El muisca, aunque se vista de seda, muisca se queda”. Por más esfuerzos que haga el chibcha venido a más para despercudirse de muisca y, aunque recite de memoria a Simone de Beauvoir , aprenda a cocinar algo más que pasta, deje de mirar a cuanta escoba con faldas se le aparece con los hambrientos ojos de un perro de taller, deje de creerse el mejor polvo del mundo, acepte el complejo de pipí chiquito que tiene, deje de jartar pola para bajar la barriga de la treintañez o se haga injertos de pelo para cubrir la prominente calva que tiene, nunca llegará a civilizarse, la sangre de indio le puede, siempre volverá a su inmundo origen de guache irredento. ¿Pero cómo no? Si las muiscas seguimos viéndole divina esa jeta inmunda que tiene. Ahí también tenemos que aceptar nuestra responsabilidad, repito, el muisca es así porque nosotras lo permitimos, pero ese es otro debate que estaré dispuesta a dar más adelante, cuando tome fuerzas para echar uña si es el caso.
De momento, vuelvo a la materia que nos ocupa, la colombianización del gringo y la gringuización del muisca; ambas situaciones reales, la primera: existente en un porcentaje minoritario casi desechable para la muestra; la segunda: existente en un porcentaje considerablemente alto y tema controversial en el análisis de la muestra. Ni gringo con malicia indígena ni muisca despercudido, ni lo uno, ni lo otro, no aceptemos semejantes mequetrefes, chicas, ambos se convierten en un paquete chileno. Al primero devolvámoslo al primer mundo para que una europea de carisma nazi lo vuelva a poner en cintura y nosotras, encarguémonos de desenmascarar al muisca despercudido y, ¿por qué no?, de cantarle sus cuatro verdades. Hay que decirle en la jeta que por más viajado y estudiado que sea, por más beca y visa y doctorado, por más inglés, francés o alemán que haya aprendido, el muisca siempre será muisca. No nos dejemos confundir, el muisca como la materia no cambia, se transforma, en un muisca peor, con más maña, porque mientras se ha ido a despercudir al primer mundo también ha tenido la oportunidad de jugar en otras canchas y ha aprendido a calentarle el oído a la gringa, a quien, para su fortuna,  le encanta el maltrato porque le parece exótico y la remonta al hombre primitivo que toma con violencia a la mujer para fecundarla, pero como ella sí no tiene problema con eso porque tiene pasaporte digno y el gobierno le responde por todos los chinos que quiera traer al mundo, con jeta inmunda o no…
Siendo este el panorama, negro como siempre, chicas he-hunter, propongo que hagamos un intercambio cultural, que el muisca despercudido –y el muisca en general- se vaya a amar al primer mundo y que el gringo continúe amando en estas tierras que, desprovistas de muiscas, se convertirían en un paraíso donde el gringo ya no aprendería la malicia muisca del extraditado aborigen y nosotras no tendríamos que irnos a “trapiar” al primer mundo n’est-ce pas?

viernes, 28 de enero de 2011

BESTIARIO MUISCA (Versión femenina)


Consciente de lo objetiva que debe ser la labor etnográfica, creí necesario extender este bestiario para incluir a la muisca. Lo sé, poco he hablado de las muiscas por estar dándole rejo al PIB masculino, pero nosotras nos merecemos una azotadita también porque hay una verdad de Perogrullo que no podemos esquivar y es: el muisca es lo que la muisca ha permitido que él sea. Así que acá estoy, poniendo el pecho y aceptando mi responsabilidad como mujer en el cuestionado desempeño de los hombres muiscas, y este es mi azote a la mujer muisca, nos lo merecemos también. No obstante, quiero dejar claro que estos perfiles caricaturescos tienen un fin cómico-pedagógico y al que le caiga el guante…

Muisca No. 1: La Hippie-Chic, Es una mujercilla estudiada, cree que ha venido al mundo para ayudarle a los demás a entender los misterios que este ofrece y cuando está tomando aguardiente alza la mano para pedir la palabra e intervenir con alguna cita de Proust, justo cuando todo el mundo está contento. Su look hippie no es solamente un look, es una posición ideológica, ella quiere demostrarnos a todos que su aproximación a la moda no es de ninguna manera anodina, es el producto de una profunda reflexión, su mochila grita la gran empatía con los aborígenes que lleva en el corazón, sus medias sicodélicas demuestran que no se toma todo tan en serio, que es una vieja “chévere”, pero sus demás accesorios de adulta contemporánea fashionista nos recuerdan que no es una desadaptada y que, de alguna manera, hace parte de la “matrix” laboral, quizás trabajando en alguna ong ambientalista, haciendo investigaciones como free lance para organizaciones internacionales o escribiendo maricadas en algún pasquín wannabe. Aprendió a bailar al son de Wilfrido y Juan Luis y le gustaba, con el tiempo creyó que se debía pulir y quiso borrar de su perfil todo gusto tropical que le sacara el origen autóctono y guiso que llevaba adentro, así que aprendió de música electrónica, lounge, indie, dub, synth pop, house, entre otros, y hasta se cuadró con un dj. Se precia de conocer de cine y va los domingos a cine arte en Avenida Chile para codearse con la escena intelectual chapineruna e inspirarse para escribir algún mediocre poema en su cuaderno de anotaciones de viaje que compró en Inkanta pero que luce hippie… hippie-chic. Siempre ha tenido ganas de aprender portugués porque no es tan común como el francés o el italiano pero nunca ha empezado el dichoso curso y se conforma con lo que aprendió tarareando la chica de Ipanema, aunque mediocremente prefiere la versión de Frank Sinatra. A ella nada le incomoda sino que “le raya”. Para ella todo es “un video”. Siempre ha querido ser mariguanera pero no lo ha logrado, inevitablemente el trago le puede. Tiene un solo álbum en facebook con fotos de animales porque también se las da de fotógrafa y cree, gracias a un rezago de hippie trasnochado, que lo único digno de fotografiar son las creaturas de dios que no son el hombre (por algo será). Todos los días dice que se va a salir de facebook porque no está de acuerdo con la alienación de la máquina. En el fondo siempre ha querido irse de rumba a Andrés Carne de Res pero su personalidad contestataria, que se ha esforzado por construir y posicionar, no la dejan.  Siempre que se emborracha termina cantando Rocío Durcal y, gracias a eso, ha perdido muchos amigos hippie chic, de los más dogmáticos, quienes no pudieron superar la vergüenza de tener una amiga borracha cantando a grito herido en la mitad de El Cha Cha. Últimamente le ha dado por comprar solamente cosas orgánicas y hacerse la carta astral. Hace tiempo que ya no le gusta la música electrónica y no se atreve a admitirlo, se pegó una aburrida tremenda en el último after party al que la invitaron y al que aceptó ir por pura pusilánime, pero lo pagó con sangre porque llegó a la casa al otro día con los oídos aturdidos, con los tacones en la mano y de mal genio porque no cantaron ninguna canción. Hace dos años que está buscando una beca para irse a hacer una maestría en cosas interesantes como: gestión de ecosistemas estratégicos, literatura francesa del siglo XIX desde una perspectiva deconstructivista o medios electrónicos y artes del tiempo; cualquiera, le da igual. Se avergüenza cuando se acuerda de que una vez creyó que Ortega y Gasset eran dos personas pero es un secreto que se llevará a la tumba. Siempre ha estado enamorada de peregrinos del cuzco pero en el fondo quiere encontrar un chacho, con camiseta de equipo de fútbol y cachuca, que la trate bien mal. Su coctel preferido es el Cosmopolitan desde que empezó a verse Sex and the City y se cree Carrie Bradshaw. Es una triste wannabe.

Muisca No. 2: La Estupidita, No llega a ser ni siquiera estúpida. Es una tonta que está que se parte de lo buena, según dicen por ahí, y adolece de raciocinio.  El día más triste de su insulsa vida fue aquel en el que se le cayó su Blackberry al inodoro y tuvo que soportar 24 tortuosas horas alejada de su red social, no veía la hora de que su papá le comprara otro para cambiar su status de fb y poner “Con nuevo BBPIN”. Su género de música preferido es, obviamente, el tropipop y tiene dos amigos, del gimnasio moderno, que tienen su propia banda y, cuando está con ellos, ella se siente como si andara con Palo de agua para arriba y para abajo. Una vez llegó a la casa de un compañero de la universidad que tenía un afiche de Einstein en su cuarto y lo primero que dijo al verlo, y lo dijo conmovida, fue: “tan divino, ¿es tu abuelito?”. Sus amigas son: pao, lu, mari, maca, yiyi, luchi… Una vez tuvo un novio guiso y cada vez que se acuerda le da oso. Ha recorrido el mundo entero, ha estado en Paris, Londres, Tokio, Sydney… pero parece que no hubiera salido nunca de Cundinamarca. El 99 por ciento de las veces que alguien cuenta un chiste hay que explicárselo más de una vez para que lo entienda a pesar de que se ha reído como una enana. Aprendió que se escribía Opus Dei y no Opus Day cuando entró a estudiar administración a la Universidad de la Sabana. Le pidió a sus papás, de grado, la operación de aumento de tetas que, a mi juicio, hubieran hecho una mejor inversión pagándole una lobotomía. Se toma dos aguardientes y se vuelve cansona, empieza a llorar y a llamar a su ex novio a las tres de la mañana a decirle que la recoja en Andrés y a los cinco minutos ya se está rumbiando con el primer aparecido. Sus novios siempre le ponen los cachos porque como dice el viejo y conocido refrán “Detrás de toda vieja buena hay un man mamado de comérsela”. Pero es que con semejante espécimen no se necesita ser muy creativo para decir mentiras verosímiles que ella sigue creyendo. Pero no todo podía ser tan injusto, Dios le dio un talento en la vida, el problema es que se sienta sobre él. Va al gimnasio más arreglada que si se fuera de rumba y va solamente a hacer visita porque de ejercicio pocón pocón. Nunca saldría con un tipo sin carro. Ir al centro es para ella una experiencia extrema, ha ido dos veces, la primera fue cuando fue a la exposición de Andy Warhol porque quería comprarse una cartera con la cara de Marilyn y  una amiga le dijo que la vendían allá;  la segunda fue el día que tuvo que ir a autenticar su contraseña a la registraduría y sufrió haciendo la cola de dos horas porque se sentía en peligro con los personajes que la rodeaban (los muiscas promedio) pero se sintió a salvo cuando vio que había un Crepes en la Jiménez y no le pareció tan malo el centro, después de todo. Votó por Uribe las dos veces. Odia la música electrónica porque nadie canta. Creció amando a Brandon Walsh, de clase de Beverly Hills y quería ser virgen hasta el matrimonio como Donna, pero cuando conoció el aguardiente olvidó sus votos de castidad que ahora hacen parte de su pasado más pre histórico. Se alimenta de galletas integrales y yogurt Finesse. Nunca ha comido huevo porque le da ceba. Es adicta al chapstick y a los jabones antibacteriales que venden en Fedco. Cuando tira con su novio dice que hicieron el ilovyou porque le suena más play. Sueña con casarse en Cartagena donde se casó Juan Pablo Montoya y llevar a un reconocido cantante de reguetón a su fiesta. En términos generales, es un personaje bastante básico, ¡es que no se le pueden pedir peras al olmo!

Muisca No. 3: La chica rural, Es una chica agradecida, según dicen las voces muiscas masculinas. No es celosa y se enamora con mucha facilidad del primer truhan motorizado que se le cruce por el camino. Varias de ellas son echadas pa’lante y se cultivan, les gusta la buena literatura y el buen cine, pero se quedan calladitas a la voz del macho, son de la política de que detrás de un gran hombre está una gran mujer guardando silencio, por respeto, por supuesto. Pero ¿cómo no? si el muisca no la quiere para hablar… Son dulces y entregadas, no importa su edad, nacen con buena sazón y pueden preparar un buen sancocho a los 15 o a los 50 años. Se preocupan por complacer al macho, lo tienen satisfecho la mayor parte del tiempo pero así mismo, lo tienen controlado todo el tiempo, para que no se vaya con otra. Si su macho le está siendo infiel y ellas se enteran de quién es la amante, ¡pobre mujer!, son capaces de llegar a extremos como mechoniarla y echarle uña, es que a su muisca no se lo quitan así como así, no señor, ella quiere seguir haciéndole su sancocho y su cuchuco, porque no hay nadie más en el mundo que se lo prepare como a él le gusta. Se les sale el agro, a veces, cuando dicen “tengo que cortarme el cabello” o “colóqueme ese tema que me gusta”. También se les sale el agro a la hora de jartar porque nacieron con hígado de camionero y toman aguardiente hasta la saciedad porque les pasa como si fuera agua. Utilizan epítetos algo tibios pero sabrosos para referirse a su amado como: papi, el patrón, señor o mi gordo. Cuando una amiga se consigue un muisca capitalino lo primero que le dicen es “embarácese rápido mamita”. Así no lo crean, algunas chicas rurales son rockeras también, y siempre que hay Rock al parque se vienen en gallada en un bus alquilado para Bogotá, y más increíble aún, acampan en Bogotá. Cuando hablan de Bogotá se refieren a “La Nevera”. Alguna vez a una de ellas le preguntaron que cuál era el plato típico de su región y respondió “El corriente”. No les parece tan grave que un tipo le pegue a la mujer, ellas piensa igual que el muisca, lo hacen para corregirlas. Se ponen de mal genio cuando les dejan comida servida en el plato. Todo el día oyen la vallenata. No se pierden la novela de Marbelle.  La mayoría estudió en un Colegio de monjas o padeció el enclaustramiento de un semi-internado. Son muchachas de buen comer, les gusta la empanada, el tamal, el envuelto de mazorca, la arepa. Su proyecto de vida es darle hijos a su muisca. Estudian una carrera pero apenas se casan se dedican a la cocina. En el mejor de los casos se levantan a un extranjero que se las lleva a Europa, a lavar pisos también, pero en el primer mundo, algo es algo. Cuando se mezclan con extranjeros sus hijos salen como Penélope Cruz o Salma Hayek. Las que se van del país, por lo general, terminan devolviéndose porque allá no venden arepas.

Muisca No. 4: La bacana, Es una vieja que solamente tiene amigos hombres. Siente un profundo odio por la muisca No. 2 y tiene una pelea cazada con la muisca No. 1 porque le robó un novio. Se lleva tan bien con los hombres que parece uno en muchos aspectos. Tiene los mismos gustos musicales que sus amigos, oye Groove Armada, Massive Attack, Rinocerose. Es una burra. Se la pasa escalando en Suesca. De un tiempo para acá se ha sensibilizado mucho con la pacha mama y se convirtió en vegana. Hace parte de un grupo de activistas en contra de la tauromaquia. Su gran frustración es no poder ser como Andrea Echeverry y ha querido empezar a utilizar “sumercé” como muletilla pero no se atreve porque le parece muy “bandera”. Su lugar preferido de la tierra es El Parque Tayrona pero desde que Aviatur hizo los ecohabs vive furiosa haciendo grupos de facebook que denuncian la irresponsabilidad de Bessudo con el parque natural. Su película preferida es Corre Lola Corre o Snatch o Réquiem por un sueño. Se siente muy comprometida con el conflicto israelo-palestino pero no tiene ni idea dónde queda Cisjordania, y mucho peor, no tiene ni idea de qué es Cisjordania. Se llena de ira cuando dice que el Estado tiene la culpa de todo. Hace un año dejó de afeitarse las axilas, a lo europeo, y se siente liberada. A ella no le gusta el aguardiente sino la pola, y se conoce todos los metederos del centro donde la pola es más barata. Es experta haciendo esténcils, dentro de sus preferidos están: el rostro del che, el del comandante marcos y el de Gandhi. Fue a ver al Dalai lama cuando vino a Bogotá pero la pasó más chévere en el concierto de La mala Rodríguez. Saluda a sus amigos con un “¿Qué se dice mi perro?”. Vivió un año en Buenos Aires, se fue por tierra y se mantuvo vendiendo collares. Es feminista y no le da pena admitirlo, su cuarto está lleno de afiches de Frida Kahlo y Beatriz González. Le gusta ver South Park aunque ya no lo hace porque regaló su televisor, sentía que la alejaba de una vida más primitiva y básica que es lo que persigue de un tiempo para acá.  Vive casi que en una comuna hippie, en una casa rural en chía, con su novio que es una mezcla entre el mequetrefe no. 1 y el mequetrefe no. 2. Se la pasa haciendo rituales de limpieza con un taita amigo que conoció en un intermunicipal Chía-Cota. Su novio y ella decidieron no decir nada en inglés en señal de respeto a su lengua materna y en vez de pedir brownie con helado piden carmelito con helado. Están preparando una manifestación contra el Mc Donalds de chía que les parece invasivo, la están promocionando por facebook, por supuesto, me invitaron y la verdad con esta falta de plan como que voy a ir, a mí tampoco es que me guste tanto Mc donalds, después de todo.

Lectores, Lectoras, muiscas, mequetrefes, espero disfruten de este bestiario versión femenina y les sirva para entender que estas muiscas llevan a cuestas la responsabilidad de haberle dado alas al muisca y de haberlo convertido en el paquete chileno que es hoy en día, por eso esta historia siempre termina igual “Al muisca lo que es del muisca”. ¿Qué opinan?

BESTIARIO MUISCA


Luego de tanto teorizar las dinámicas de interacción social del muisca, he sentido la necesidad de pasar al ámbito taxonómico para clasificar puntualmente los paradigmas masculinos que nos ofrece esta tierra criolla. Y es así como ha salido este delicioso bestiario urbano-tropical. Debo ser franca, ha sido muy difícil puntualizar los perfiles de estas bestias, sin embargo, he aquí un intento, quizás vago e incompleto, que lo único que pretende es poner en palabras esta masa amorfa de seductores mequetrefes.

Mequetrefe No. 1: El Cerati de Chapinero, es un personaje espeluznante que anda con una guitarra interpretando muy mal canciones de rock en español  sin consideración alguna. Algunos, la gran mayoría, tienen unas arrogantes ínfulas de rock star que almizclan con un trasnochado hedor de basuquero, barba de varios días, ojos lagañosos de ojeras grandes  porque aún creen que un look de hippie mugriento es sexy; quizás sí lo era en los 20’s pero en los 30’s ya luce bastante patético. Solamente fuman peche; se precian de conocer de vinos aunque su paladar solamente se foguea con vinos de caja y moscatel; se creen poetas malditos pero todos sabemos que en realidad son poetas malitos; gritan a los cuatro vientos que aman la literatura y son lectores consumados hasta que un garrafal horror de ortografía los delata, entonces ya nadie les cree que leyeron a Niesztche o a Kant; escasamente saben escribir; han comprado, vendido o sembrado hidropónicamente –gracias a una página de internet- marihuana; con esa misma marihuana han trabado a su perro o gato, en la mayoría de los casos tienen un gato porque se identifican más con su personalidad independiente y nocturna; hacen gala de su lado femenino que según ellos, está bastante desarrollado, en realidad siempre es un cuento para acercarse más a las viejas porque de femenino no tienen nada, son unos perros consumados que citan a Charly García en cada esquina; dicen que saben de poesía y recitan a Bunbury o a Silvio Rodríguez como si fueran Baudelaire; están convencidos de que son unos chefs profesionales porque saben manipular dos o tres tipos de cortes de carne pero comen como chulos, todo lo que les pongan por delante, porque tienen entrañas de gamín; nunca tienen un peso en el bolsillo y viven a expensas de sus amigos yuppies a quienes critican todo el tiempo por oír vallenato y reguetón. Su secreto vergonzante es ese gusto exacerbado por la banda mejicana maná que suelen oír los domingos estando enguayabados. Tienen su propio club de fans que les alimenta el ego de james bond chibcha. En suma, son unos adolescentes atrapados en un cuerpo de basuquero cascado de la 19.

Mequetrefe No. 2: El hipster engallado, es un pseudo intelectual alternativo, con una posición política ecléctica, alejado de la izquierda y con argumentos muy elaborados que defienden la derecha. El balckberry le parece guiso y por eso tiene un iphone, el laptop para él es ya una reliquia de escritorio y anda para todos lados con su ipad desde donde entra a facebook y twitea con sus chicas. Siempre tiene una opinión excéntrica sobre todo, inspirada en Lacan, Foucault o en Paris Hilton. Come poco, menos o igual a lo que comen las chicas con las que sale, que son siempre niñas turbadas, medio geeks, medio conejitas playboy, extremadamente flacas, artistas, antropólogas, psicólogas, historiadoras… humanistas. Cuando se emborracha se vuelve un indio y se trepa a bailar en las mesas algún merengue sabroso que a él se le oye bien porque saliendo de su jeta de intelectual snob se vuelve “vintage”. Aunque sus novias han sido famélicas se siente atraído por las mujeres generositas de carnes pero no lo admite en público, cuando va a Unilago a comprar engalles tecnológicos se le van los ojos detrás de las potras zainas que quisiera embestir después de jartarse una botella de líder o sello rojo, son deseos vergonzantes que no se los ha contado nunca ni a su mejor amigo, Pipe, con quien navega el velero de su familia en el club, los domingos. Su lugar preferido en la tierra es NYC, sin lugar a dudas. No le pide el BBPIN a sus chicas sino que decide, deliberadamente, llamarlas al fijo, como un acto de rebeldía, quijotezco y romántico. Habla con mucha propiedad tanto del premio nobel de economía como de Marbelle, tuerce la boca cuando una de sus chicas pide la carne en término medio y no en término azul, a las cuatro de la mañana siempre propone terminar en una whiskería o llamar a unas amigas agradecidas que él conoce. Va a toros y pone los cachos, no sé qué tiene que ver una cosa con la otra pero me sonó bien, una imagen muy hipster. Tiene una hamaca de la Galería Cano colgada en su sala que le da un toque hippie-chic. Mandó a hacer una rana con el albañil de toda la vida de su papá y se la pasa invitando a todo el mundo a echar rana y a tomar sangría. Dice que fuma marihuana y cuando lo hace nunca la aspira, bota el humo rápidamente sin que nadie lo vea y luego empieza a hablar de Stomp o de Lars Von Trier. En resumen, es un absoluto imbécil.

Mequetrefe No. 3: El Chacho, este personajete siniestro es, a mi modo de ver, uno de los más detestables. Es un tipo corpulento pero con estatura de dama, a quien todo le parece maricón y se jacta de producir más testosterona que los demás de su misma especie. Cuando toma aguardiente se vuelve un hombre del cromañón y, en general, en su cotidiano, actúa como un australopithecus. Se le llena la jeta diciendo que las veces que le ha pegado a una mujer ha sido únicamente para corregirla. Es un tipo maleducado y mal vestido, su prenda preferida es la cachucha y se las da de un hombre de mundo, aprendió inglés para levantarse a una gringa en sus paseos a Miami y, tarde, se dio cuenta de que en Miami se habla más español que inglés. A todas las viejas les encuentra algún defecto, les dice gordas, peludas, fofas, todos estos epítetos enunciados con asco y rabia, sentimientos que ocultan su insegura y cuestionada hombría. Siempre quisieron correr en el autódromo pero no tenían el presupuesto, es gracias a esta frustración que cada vez que se ganan tres pesos los invierten en engallar el twingo que tienen. Son felices comiendo donde la mamita, que los consiente con sus platos preferidos criollos, porque tienen estómago de chibcha, y viven ignorando la inminente amenaza de una panza de cervecero que ya ha empezado a crecer. Cuando están con sus amigos no hacen sino patanear y hacer insinuaciones grotescas sobre quién lo tiene más grande y quién es el más gay de todos. Son, en resumen, un diamante en bruto que al pulirse seguramente se volvería una locota.

Mequetrefe No. 4: El muchacho de la bufanda, es un personaje que, de entrada, ya huele a gas lacrimógeno de la nacho. Antes fue un joven de bufanda como Rocinante fue rocín… antes. Ahora cambió la bufanda por la jata, que es un trapo iraní que venden en los puestos artesanales que quedan debajo de los puentes y que, a su juicio, le otorgan un carácter intelectual y militante. Se conoce cuanto cafetín y garito existe entre la avenida Jiménez y la 26. Desde que Uribe dejó la presidencia se aburre en las discusiones de borrachera porque ya no sabe a quién echarle la culpa de todo y le parece muy amateur, y muy chavista si es el caso, irse lanza en ristre contra el establishment de Mickey mouse. Es un cantante frustrado que se desfoga en cuanta fogata o fiesta de casa se arma, por supuesto, tiene un repertorio montado en guitarra para levantarse chicas que le piden a gritos canciones de Silvio, Pablo, Mercedes Sosa y Víctor Jara, pero cuando se pone pesado canta canciones en un pésimo inglés, de los Beatles, por lo general. Le gusta el Ron Viejo de Caldas y cuando se pone seductor se pone a fumar puro, ocasiones en las que se ha levantado a varias chicas activistas que no creen en la depilación con cera y quienes podrían llegar a hacerle buena competencia a sus impúberes vellos. Cuando le preguntan por su libro preferido siempre habla de “Las venas abiertas de América Latina” y recita algún verso de los versos del capitán, la época política de Neruda. Sobre la música electrónica prefiere no hablar motivado por un rebelde silencio. Con esa misma rebeldía con que prefiere mantenerse anacrónico en el ámbito musical, toma la decisión de no tener celular, aunque también lo motivan ciertos limitantes económicos. Es el último de los hombres que compra tarjetas recargables para llamar desde teléfonos públicos. Se puso muy bravo cuando uno de sus amigos yuppies o hipster le dijo que un tipo de izquierda no es más que un man de derecha pero vaciado, desde ese día juró seguir vaciado para toda la vida. Hace 10 años está en la universidad y de esos 10 los últimos cinco ha estado viendo materias de octavo semestre de sociología.  Todavía no supera los zapatos de gamuza, a pesar de que su hermana, una chica Andrés Carne de Res lo obligó a comprarse unos vans para su cumpleaños porque le daba oso presentárselo a sus amigos con esa pinta de teatrero de la Jiménez. Aceptó ponerse los dichosos vans con la única condición de que no le quitaran la jata. Terminó con su última novia porque quiso llevarlo a Armando Records e intentó lavarle la bufanda.

Mujeres, padres de familia, amigos, espero que este bestiario de reconocidos mequetrefes les ayude a orientar a sus hijas, amigas, a ustedes mismas, en la búsqueda de un algo que valga la pena porque cuidado, a pesar de lo caricaturescos y ridículos que puedan parecer estos muiscas, y a pesar de que seamos conscientes de su pelada de cobre, aún siguen seduciéndonos con su labia culebrera y su nadadito de perro. ¡Mucho ojo!.  

GALANES DE MEDIO DÍA


Siguiendo la tradicional costumbre de echarle la culpa al otro, muy propia de la moral cristiana, he de acusar, aquí y ahora, a todos los galanes de medio día, engrandecidos por Jorge Barón y Delia Fiallo; son ellos los culpables de los fracasos emocionales, la ingenuidad voluntaria y la sumisión extrema de nosotras, las amas de casa contemporáneas quienes, para muchos, estamos básicamente desesperadas.

Y estoy de acuerdo con que estamos desesperadas, tanto que me atrevo a asegurar que estamos casi locas por culpa del galán de medio día que nos pusieron como modelo desde pequeñas y a quien, inevitablemente, a pesar de una costosa educación o, simplemente, de una sobresaliente inteligencia emocional -de esa que se aprende únicamente en la universidad de la vida-, volvemos a evocar, a buscar, para que nos desilusione otra vez, nos desinfle, nos engañe con su articulada labia de romancero venezolano y su tragicomedia de medio día que se mezcla con el humeante puchero del almuerzo ejecutivo que pulula en nuestras calles capitalinas.

El galán de medio día es una especie de héroe donjuanesco mezclado con capataz, que se las da de artista y, algunas veces, hasta le da por cantar si no está cabalgando en su caballo o quitándose las tres capas de base carmelita que le echaron las muchachas de maquillaje, sí, leyó usted bien, carmelita, porque el auténtico galancete latino es mulato por defecto, y es esa sabrosura de zambo malicioso lo que le ha dado su lugar de la fama en la paupérrima constelación de pordebajiados y renombrados "artistas" nacionales.  

De Edmundo Troya a Omar Fierro, de Rafael Novoa a Danilo Santos, se nos ha pasado la vida como televidentes, futuras madres de familia, amas de casa y amantes. Engañadas, alguna vez nos hicimos la permanente siguiendo la moda Nelly Moreno –diva de medio día- y soñamos con que un galancete nos prometiera la casa en el aire pero, y esto puede ser uno de los graves errores de Jorge Barón, televisa y Teveazteca, nunca nos mostraron qué había sido de la vida de esta casta heroína una vez conseguía consumar su amor cortés; quizás si nos hubieran mostrado en qué se convertía este héroe de dramatizado cuando el padre decía "los declaro marido y mujer", si nos hubieran mostrado lo beodo, mujeriego, guache y truhan que era en el fondo Edmundo Troya, aún después de su lifting facial, quizás si hubiéramos sido testigos de esa espeluznante realidad que intenta maquillar, esconder y aromatizar de la manera más mañé la televisión nacional, otro sería nuestro cantar, probablemente nuestra generación no se hubiera entregado al desengaño del matrimonio tan ingenuamente y, de pronto, más mujeres hubiéramos desarrollado un sensor para reconocer la malicia del galán y hubiéramos logrado blindarnos antes de que nos llenara de chinos.

Delia, ¿Por qué nos hiciste ese mal?, los galanes de tus telenovelas, a pesar de las tres capas de base y la faja, ¡no eran de verdad! Lo que nos enseñó el mundo real fue exactamente lo contrario, un mundo ruin y áspero, lleno de agropecuarios adonis que, contrario a lo que hacía Edmundo Troya, no llaman al día siguiente, no llevan serenatas, no sueñan con casarse con uno, no son fieles... al contrario;  lo que sí conservan nuestros especímenes masculinos del paradigma donjuanesco televisivo de los ochenta es la labia culebrera y las frases de cajón, llenas de lugares comunes que hieden a pachulí de la feria del calzón y solo cucos. Sin embargo, Delia, sea este el momento para que mi generación haga las paces contigo, ya la vida te habrá desdibujado con sangre la ilusa figura del príncipe azul que encarnaste en Guillermo Gálvez; y a ti, Jorge Barón, es hora de que las mujeres nos reunamos para darte una patadita por los sumisos estereotipos que nos vendiste en el rostro de Linda Lucía y Nelly.

EN DEFENSA DEL PIB



Quizás lo más molesto de los dogmas, de los ismos, de las ideologías más arraigadas y tercas, es su condición inquebrantable de intransigencia. Y he de reconocer, acá, en el papel –siempre es más fácil-, que yo, en mi calidad de mujer desilusionada de los muiscas y como directora de la organización He-hunters, Inc. –organización sin ánimo de lucro “por lo menos económico”, cuyo fin principal es propiciar, consolidar y mejorar las relaciones internacionales entre el género femenino muisca y los especímenes foráneos de pasaporte digno, con miras a optimizar la calidad genética y el status diplomático de nuestras crías- he pecado por intransigente. Me refiero a las descripciones tan caricaturescas y, para algunos, pasadas de la raya, que he hecho del PIB o el muisca, como desdeñosamente lo he tratado; quizás movida por la ira de quien reconoce la naturaleza traicionera y mezquina del indio local. Hoy, gracias a las peticiones de varios de mis lectores, me arrojo a defender el Producto Interno Bruto PIB, como una muestra de gallardía, de nobleza y porque la idea de irme lanza en ristre contra el autóctono macho está agotada y amenaza con ponerse tan aburridora como Florence Thomas. 

Esta tarea de defender lo ya desprestigiado no es fácil. Varias amigas –fanáticas del muisca- han avivado en mí esos sentimientos de romanticismo que hace años no siento por ningún PIB pero que, sin duda existen, no son un mito. Tan es así, que una de ellas se ha declarado “Pro-muisca y no promiscua”. Otra me ha dicho que el muisca es más sabroso, tiene esa malicia indígena, ese picantico, ese sabor, que le falta al apuesto muchacho teutón. Pero claro, ¿a quién no le falta su morcilla, su bofe, su pelanga?... es que el jamón serrano es rico pero las entrañas extrañan la tierrita, y más cuando son entrañas de gamín. Uno también se cansa de comer carpaccio, ¡pero claro!, y anhela con ahínco un banquete de chicharrón con jeta, muchas veces olvidamos que la carne es débil y que cuando a uno lo levantan a punta de bofe y chunchullo es muy verraco acostumbrarse a comer solamente caviar. 

Seguí indagando entre un selecto grupo de mujeres que aún no han perdido la fe en el PIB, que aún lo admiran y lo consideran un espécimen reproducible, a pesar de su pasaporte, su alma de guache irredento y su horrorosa jeta; y otra de las características que resaltan estas románticas suicidas es algo llamado “Labia” o verbosidad persuasiva que utilizan estos sementales criollos para enamorar, retener y muchas veces embaucar y dominar a la fémina; lo cierto es que el muisca es un maestro en el arte de esa verbosidad, con su labia culebrera logra convertir el cuento más inverosímil en una posibilidad real y hasta obvia, ¿Cuántos matrimonios no se sostienen gracias a estas piadosas mentiras producto de la verborrea del PIB? ¿Cómo no admirar esta hazaña, si es verdaderamente un arte? ¿Cómo no entender a estas piadosas mujeres que prefieren que su macho les pinte pajaritos en el aire en vez de aguantarse el pragmatismo monosilábico del hombre ario? La verdad hay que agradecer esta creativa verborrea que no descuida la doble moral cristiana que se erige aún en el centro del corazón de la mujer latina, para quien sería muy duro, doloroso y fatal escuchar la verdad; tanto así que la mujer latinoamericana prefiere la mentira, y aún sabiendo que el muisca le miente, se atreve a decir “¡tan divino!”, La mujer muisca ha llegado a aceptar por verdaderas excusas como: “ No eres tú, soy yo”; “Tengo esposa pero ya no la quiero, a la que amo es a ti” o “Lo tengo tan grande que me toca mandar a hacer mis calzoncillos…” entre otras. Es la misma muisca la que pide realismo mágico, y el PIB tiene la lengua perfecta para dárselo, en otras palabras, cuando el pueblo pide pan y circo, ¡hay que dárselo!. 

Así pues, muisca, te pido disculpas por haber sido tan dura, por haber ignorado tus infinitas cualidades en el arte de la oratoria caliente, por haber pasado por alto tu sabor, tu estilo, tu swing, tu malicia. ¿A quién se le ocurre preferir a un hombre romántico, que habla en francés y que, además, es sincero, honesto pero no tiene ni la menor idea de echar paso, que a un pequeño muisca calenturiento, zángano pero sabroso? Por Dios, no blasfememos más, mujeres muiscas del siglo XXI; ¡es pecado ser tan malagradecidas! ¿Para qué ir a lavar, trapear y cocinar en el primer mundo si acá podemos hacer lo mismo, además de trabajar como unas negras? ¿A qué horas se nos dio por liberarnos del yugo muisca si alguien dijo sabiamente al muisca lo que es del muisca? ¿Cómo no entender que cuando un muisca nos pega no lo hace por malo sino para “corregirnos”? Por todas estas razones o cuestionamientos paso, hoy, de la intransigencia al perdón.

Perdóname, tú, muisca jetón, por haber cuestionado tus honorables formas de conquistar y amar; por haberme puesto a tu mismo nivel cuando debía permanecer callada y caminar detrás de ti como un fiel borrego, digo borrego porque sé cuánto te gustaba que estuviera en cuatro. Perdóname por burlarme de tu poco atractiva jeta, si es con esa misma jeta que elucubras tus historias dignas del mejor realismo mágico. Quizás mi ataque contra ti, querido muisca, solamente fue producto de la seguridad democrática y, en consecuencia, de la gran cantidad de extranjeros apuestos, nobles, cultos, románticos, de pasaporte digno que conocí y con quien nunca debí hablar, perdóname, he debido quedarme en un rincón soportando que me despreciaras con esa mirada de bacteriólogo que te caracteriza y que está siempre presente comunicándonos que crees merecerte una mujer más bella a pesar de tu calvicie, seborrea, barriga de cervecero y mal gusto. Y con justa razón, porque sabes que puedes hacerte a una mujer buena, mona, con prótesis de todo tipo y candidata a una certera lobotomía, a quien no le importaría llenarse de chinos, cocinarte, lavarte y hasta mantenerte para toda la vida, con el riesgo de que fundes otra familia armoniosa en cualquier otra ciudad. 

Perdóname por no haber destacado tu apetito sexual de semental que te hace más cercano, en la escala evolutiva, al cromañón y el cual, la muisca intenta satisfacer a costa de lo que sea para que no sientas la necesidad de buscarte a otra: porque cuando tú tienes a otra no es porque no nos ames, ¡no! Es porque lo necesitas, porque eres demasiado macho para una sola ¿Verdad? Finalmente, pido de nuevo -arriesgándome a ser repetitiva- perdón, perdón semental criollo, muisca palabrero, PIB, perdón por haber subestimado tus poderes de latin lover y mucho más, por haberte traicionado de palabra, obra y omisión seducida por un hombre 50 centímetros más grande que tú en varios aspectos…

LOS GRINGOS LAS PREFIEREN MUISCAS



Últimamente y gracias al destino, a la seguridad democrática, a las ofertas turísticas en América Latina o a todas las anteriores, es más común ver parejas compuestas por exóticas mulatas voluptuosas y gringos –de todas partes del mundo- de 1 metro con 90, monos, ojiazules y con una cara de gringos que no pueden con ella. ¿Es acaso una neocolonización lo que estamos viviendo? O, desde una perspectiva más optimista y ¿por qué no? más darwinista, ¿es, acaso, una migración divina cuyo único objetivo es mejorar la raza ad portas de un apocalíptico fin del mundo? No podríamos afirmar cuál de estas preguntas es una posible hipótesis para el fenómeno, lo cierto es que ocurre más a menudo que nunca y que cualquier banca del parque nacional, cualquier mesa de cualquier cafetín de la Jiménez y cualquier catre del más desprestigiado motel está siendo testigo de una historia de amor con bouquet internacional y un dejo a puchero criollo.

De cualquier manera, este fenómeno se puede analizar como un oasis no sólo para el mercado turístico local sino para los mismos extranjeros que llegan a estas tierras buscando cariño y, por supuesto, para las desilusionadas féminas muiscas cansadas de echarle muela a carne de tan mala calidad. Se convierte en un oasis ya que el extranjero podrá ser muy mono y ojiazul pero ya lo dice el viejo y conocido refrán: “nadie es profeta en su tierra” así pues, este gran hombre teutón en su terruño no es más que uno del montón, poco apetecible para sus coterráneas, no importa si es una lámina de hombre o el gringo más insípido, da la misma, tiene mucha competencia y su futuro amoroso y reproductivo luce negro… muy negro. Es un oasis también para la mujer chibcha que de comer tanto bofe se cansó y una vez le ofrecen chorizo queda descrestada porque como dicen por ahí, el que no ha visto a dios cuando lo ve se asusta. Así las cosas, el encuentro del teutón con la mulata es un oasis de amor que favorece a los dos especímenes; es más, se podría decir que es un oasis milagroso puesto que es capaz de hacer ver a un insípido mono jetón, con la malicia de una hermana de la caridad y el ritmo de una porcelana, como un cinematográfico adonis ante los ojos de la doncella muisca… Y viceversa, también logra trasformar a una chica local de grave volumen, recio gen chibcha y look artesanal en una Nicole Kidman o Demi Moore. 

¿Cuántos años de evolución genética nos está regalando la atención del hombre ario? ¿Cuántos años de frustración sexual le estamos restando a la pasiva y poco atractiva vida del semental gringo? Ni los cálculos genéticos más sofisticados nos darían una respuesta, solamente tenemos indicios de que esta bienaventurada fusión traerá buenos resultados para ambas razas. El panorama es optimista. 

Así pues, querido muisca, que tan ausente estabas en este relato, tu deber y casi único camino es la resignación. Así como otrora gozaste de privilegios casi reales con tu inmunda jeta chibcha que entre más inmunda más atraía féminas sumisas dispuestas hasta de llenarte a diario ese buche insaciable de gamín que tienes, así mismo debes encarar este trágico pero justo destino de verte casi eliminado del mercado por un ingenuo gringo con la jeta bastante más bonita que la tuya, insaciable, dispuesto a aprender y con un hábito de romanticismo que utiliza como estocada final para lograr desdibujarte por completo del corazón femenino local. Porque seamos sinceros, el hombre ario por más inmundo que sea nunca alcanzará tu hediondez, querido muisca, ni tú, semental chibcha, por más romántico que seas alcanzarás la cursilería teutona tan apetecida por la mujer latina. Querido muisca, fuiste derrotado y fácilmente, ¡qué vergüenza! Tu camino, ahora, debes aceptarlo, es explotar al máximo el potencial mítico del “latin lover”, que aún existe gracias a los milagros del lenguaje, entre las gringas, y luchar con tus congéneres ecuatorianos y peruanos que andan en las mismas… pero que quizás sean más apetecibles para la fémina aria por su apariencia mucho más autóctona y ecuatorial. Tu destino, muisca, será hacerte de nuevo a un lugar en la cadena alimenticia y esta vez sí que te costará trabajo… ¡buena suerte! La vas a necesitar. 

Dejando de lado la tragedia del hombre chibcha, volvamos al plácido oasis de la mujer muisca que camina de la mano de su galán ario, enamorada, sin saber ni jota de inglés, francés o alemán, pero muy bien dotada del universal “lenguaje del amor” que tan bien entienden estos especímenes importados. Volvamos a la sonrisa de la mulata globalizada, de esta india venida a más y de este gringo venido a menos, y viceversa, de nuestra Leydy, Katerine o Maryory y nuestro Tom, Simon o Steven; estas inseparables parejas serán los patriarcas de una nueva raza superior de mestizos ojiverdes de malicia indígena pero cadera teutona al momento de echar paso; de pasaporte digno y entraña de gamín; de cabello rubio y jeta muisca. Y, por último, querido muisca, es tu deber aceptar por fin que las muiscas también los prefieren gringos.

LA REVANCHA DEL MUISCA

A pesar del gran empeño que varias mujeres habíamos puesto para poner a marchar la fundación “Por un pasaporte digno para tus hijos”, -que entre otras cosas cada día crece más y se vuelve más atractiva para las desilusionadas nativas- se puede decir que hemos dado marcha atrás debido a la pésima oferta internacional que existe en la capital. ¿Qué sucedió? Se estará preguntando usted, atenta lectora, la respuesta es simple, en el momento de salir a buscar príncipes si no azules, extranjeros, nos hemos encontrado con un panorama desolador por decir lo menos. El extranjero disponible en el mercado del usado es un tipo desagradable que tiene en su haber dos camisetas nada más, una para dormir y otra para sudar, y las lava cada ocho días, se alberga en un hostal o pieza de mala muerte, tiene dos mil pesos entre el bolsillo para la mariguana, ha decidido aprender a tejer pulseras con la bandera de Colombia para venderlas en los semáforos y tiene un hedor particular que lo distingue, muy parecido al de cualquier indigente, aunque, me atrevería a decir que, opacando en demasía el del indigente. Así pues, este perfil lastimero, ruin y anticonceptivo del extranjero visitante nos ha puesto en un dilema grande: volver a los orígenes lo que ha implicado darle la revancha al desprestigiado y vergonzante muisca.


Pero darle la revancha al muisca no es fácil, este indio, así no parezca, también tiene su dignidad y su corazoncito. Así las cosas, a pesar de lo básico y cromañón que sea este chibcha, hay que entrarle con sutileza. Omitiré los detalles del arte de conquistarse a un muisca –bien conocidos ya por todas nosotras- me limitaré, entonces, a exaltar lo más importante del proceso que es convencer al chibcha de que estamos absolutamente anonadadas con lo que está diciendo (es fundamental que se crea con dotes de conquistador), incluso al punto de fingir sorpresa e ingenuidad, para que el espécimen se sienta seguro y confirme que ya nos echó al bolsillo. Una vez hayamos dado este paso el 90 por ciento de la tarea ya está lista. Aquí empiezan las desilusiones, luego de que ya hemos cazado al muisca es el turno para que éste nos enamore, y como diría mi abuelita aquí es cuando “empieza Cristo a padecer y su madre a pasar trabajos”. Pero para no frustrar los aires revanchistas del envalentonado muisca, hemos decidido dejar los prejuicios, poner en blanco nuestra cabeza, mirar al infinito y hasta esperar a que un milagro ocurra en el imaginario del chibcha si fuera necesario, para volver a creer en que este currutaco venido a más es capaz de enamorarnos. 

Es entonces cuando el chibcha, recargado con la testosterona que se le alborotó con la revancha que, ahora, le da una mujer a quien había creído perder por culpa de un piojoso hincha del boca juniors o del colo colo, tiene que enfrentar el reto de enamorarla de nuevo, tiene que construir toda una estrategia que impacte, que rompa esquemas, digna de esta última oportunidad. Poco a poco el muisca pasa de la verraquera al temor, sabe que esa empresa que empieza ahora es más complicada de lo que se imaginó alguna vez, cuando se acuerda de que no puede recurrir ni a serenatas ni a mariachis (ni a conjunto vallenato si es costeño) palidece, tiembla de pensar que ni con flores ni invitaciones a cine o a matiné logrará descrestarnos, y sobra decir que su creatividad más que limitada es precaria y cuando se logra concentrar se distrae fácilmente con lo que tiene dentro de los pantalones (mucho más si sus bolsillos están rotos). Pobre chibcha, a veces pareciera que esta revancha más que una justa recompensa es una pata más que le nace al cojo, no hay que tener mucha imaginación para saber que el muisca está en aprietos y que sin mucho esfuerzo terminará por hundirse solito, aunque cuando el susodicho piensa en su competencia (argentinos, chilenos, españoles, italianos…etc, etc, generalmente siempre se remite a los equipos de fútbol) saca bríos de donde no los tiene y como el ave fénix renace de las cenizas para intentar robarnos un suspiro a punta de labia culebrera y calenturienta.

Aunque la radiografía del muisca en plena revancha es bochornosa y cantinflesca, si se quiere, sea esta la oportunidad para cerrar los ojos y dar rienda suelta a un repentino flujo de inspiración, generosidad y caridad con nuestro coterráneo muisca que se ha ofrecido a pagar la cuenta mientras se le ocurre otra babosada cariñosa. Sea éste un llamado a la sencillez y humildad que tanto proclama la novena de aguinaldos y ojalá que al muisca le llegue su navidad y a nosotras nuestro marrano o nuestra noche buena aunque ya sabemos que es mucho pedir….

La conquista posmoderna en manos de una mujer cansada


Bien lo decía mi bisabuela: todo tiempo pasado fue mejor. En épocas de antaño y aún en las cocacolas bailables de pasados más próximos, la mujer gozaba de una actitud social propia del hombre llamada galanteo, que para todas nosotras y para las mujeres de futuras generaciones es una práctica extinta, aunque anteriormente se consideraba la puerta sutil y maravillosa al romance. Lo que sucede hoy en día es que el hombre ha eliminado de su lista de tareas la conquista, dejándole ésta a la mujer. La mujer, inteligente como siempre ha sido, la adoptó y adaptó a sus costumbres, el problema vendría después, cuando el hombre se acostumbró a ser conquistado y se echó a rascarse la barriga, ese día las mujeres dijimos “hemos creado a un monstruo”. Ahora no solamente nos toca a nosotras ir a la caza del parco y poco agraciado chibcha venido a más sino que, además, nos toca aguantarnos las exigencias y desplantes de un zambo común que olvidó las técnicas del galanteo reduciéndose a su expresión más básica de primate cromañón. 


Es entonces cuando empieza la desazón de la mujer contemporánea, independiente, bella, inteligente, trabajadora, llena de cualidades “ideales” que para el chibcha común son aparentemente “inútiles”. Y sin embargo, las mujeres hemos dejado de lado la virtud para invertir en la imagen, entonces vienen las rutinas de gimnasio, las clases de pilates, los masajes estéticos, el botox… en fin, nos empezamos a volver compradoras compulsivas de belleza con un único fin: reproducirnos, y para no sentirnos tan frívolas y consumistas encubrimos esa intención con el aceptado concepto de lo que conocemos como “autoestima”. 

Mientras nos torturamos en una bicicleta durante horas, el zambo común se come una hamburguesa y se “echa” a ver el partido de fútbol. Mientras para nosotras la panza del chibcha puede llegar a ser hasta “tierna”, para el muisca estándar una mujer con barriga o celulitis está fuera del mercado por “gorda” y “fea”. Y durante esta constante lucha contra los kilos de más y las actitudes de desprecio de una fila de muiscas exigentes, nosotras tenemos que levantar la cabeza y seguir buscando porque está visto que el príncipe azul nunca va a llegar, somos nosotras las que tenemos que buscarlo, así no sea tan azul, y tenga más bien cara de sapo. 

Y hay algo que inevitablemente sucede durante este proceso de “conquista” al que estamos condenadas y es la competencia. Nos vemos enfrentadas a una voraz y poblada competencia, porque detrás de un zambo común hay tres o cuatro féminas queriendo reproducirse. Es entonces cuando empiezan las jugadas sucias, las haladas de pelo que popularmente se conocen como “mechoniadas”, las echadas de uña, y las insultadas en público con el fino bouquet que sólo se encuentra en las plazas de mercado. Es entonces cuando es necesario preguntarse ¿Vale la pena tanta aruñada por un zambo feo y jetón? 

Chicas, la respuesta solamente se la darán sus corazones. Yo por mi parte recomiendo abandonar la refriega en los escenarios nacionales y, como lo hiciere un día Cristóforo Colombo, echarnos a la mar en busca de otras tierras más prometedoras donde sí podamos colonizar algo que valga la pena. Propongo que cambiemos el arte de la “conquista” tan limitado y anacrónico por el arte de la “colonización” más adecuado y fructífero… lejos de acá. ¡Arrivederchi Chibchas!

Esto no es Sex and the City, yo no soy Sara Jessica Parker y Mister Big no es tan mister ni tan big como yo quisiera…



Para una mujer ad portas de los treinta años, un divorcio es lo mejor que le puede pasar. Pero en un país sub desarrollado y camandulero, la cosa es a otro precio. Esta es la historia de una amiga mía – ojo, no soy yo, hago esta aclaración para que no se generen confusiones bochornosas- se separó de su esposo, apenas unas horas luego de haberse liberado del yugo masculino se podía ver en sus ojos que era el mejor día de su vida, parecía haber resucitado luego de haber capoteado con ahínco una trágica muerte. Como para variar el tipo le había dado una vida miserable y la había sometido al maltrato psicológico de un típico macho tercermundista. Esta amiga mía – que he de aclarar de nuevo que no soy yo- al sentirse finalmente libre, se arrojó a las artes amatorias de debut y despedida. Mi amiga no contaba con que la estupidez masculina seguía intacta, no importaba si el tipo tenía 20 o 40 años, la estupidez masculina es indiferente a la edad, a la estupidez masculina no le pasan los años. Así fue como mi amiga entró en un gran dilema pues le era muy difícil ofrecer sus servicios sexuales sin que dijeran que era una perra, en el fondo, eso, ser una perra, era lo que más quería. El problema real es que la oferta masculina era bastante reducida, había muy poca gracia en los hombres que conocía, la mayoría feos y, para colmo, exigentes. 

Mi amiga sufrió entonces una gran desilusión al encontrar el PIB masculino despreciable y poco apetecible. Como ella miles de mujeres colombianas se ven día a día desoladas en lo que al amor respecta, el colombiano común -bien sea chibcha, quimbaya o muisca- no deja de ser un animal despreciable, básico y absolutamente predecible; un ser que solamente se siente atraído por mujeres con cuerpos de prepago y que, además, no demuestren indicio alguno de inteligencia. ¿Será culpa de diez generaciones de mujeres abnegadas? ¿Será castigo divino, mala distribución de espermatozoides? ¿Será, acaso, que las colombianas cometimos un pecado original y nos condenaron a vivir para siempre con estos remedos de Adán?

Para las mujeres colombianas, y no lo digo solamente por mi amiga, creo que hablo por una gran mayoría, el hecho de tener que relacionarnos con hombres machistas y con una enfermiza obsesión por la actividad de su falo, es algo realmente frustrante. El hombre colombiano, feo y exigente, entre más feo, más exigente se vuelve. Por esta razón no es sorprendente encontrar bellas mujeres, dulces, amorosas, trabajadoras, traicionadas por su don Juan de turno. Y luego de analizar una y otra vez esta tragedia romántica he llegado a una misma conclusión, el currutaco colombiano ha estado acostumbrado toda su vida a tener novia y moza, costumbre que ha sido socialmente aceptada por generaciones, lo que quiere decir que el hombre colombiano ha crecido con complejo de bestia insaciable que, no conforme con una mujer, aprovecha para estar con todas las que se le atraviesan, cosa que se le facilita porque ya lo dice el viejo y conocido refrán “un hombre chibcha por más feo que sea tiene tres mujeres acosándolo”.

Mujeres, ¿será acaso que es justo que sigamos desperdiciando nuestros óvulos de esta manera? Por esto las invito a que se adhieran a la nueva campaña que lidero yo, no yo, perdón, mi amiga, cuyo slogan es “por un pasaporte digno para mi hijo” y por ahí derecho le hacemos justicia al sabio Darwin.