Quizás lo más molesto de los dogmas, de los ismos, de las ideologías más arraigadas y tercas, es su condición inquebrantable de intransigencia. Y he de reconocer, acá, en el papel –siempre es más fácil-, que yo, en mi calidad de mujer desilusionada de los muiscas y como directora de la organización He-hunters, Inc. –organización sin ánimo de lucro “por lo menos económico”, cuyo fin principal es propiciar, consolidar y mejorar las relaciones internacionales entre el género femenino muisca y los especímenes foráneos de pasaporte digno, con miras a optimizar la calidad genética y el status diplomático de nuestras crías- he pecado por intransigente. Me refiero a las descripciones tan caricaturescas y, para algunos, pasadas de la raya, que he hecho del PIB o el muisca, como desdeñosamente lo he tratado; quizás movida por la ira de quien reconoce la naturaleza traicionera y mezquina del indio local. Hoy, gracias a las peticiones de varios de mis lectores, me arrojo a defender el Producto Interno Bruto PIB, como una muestra de gallardía, de nobleza y porque la idea de irme lanza en ristre contra el autóctono macho está agotada y amenaza con ponerse tan aburridora como Florence Thomas.
Esta tarea de defender lo ya desprestigiado no es fácil. Varias amigas –fanáticas del muisca- han avivado en mí esos sentimientos de romanticismo que hace años no siento por ningún PIB pero que, sin duda existen, no son un mito. Tan es así, que una de ellas se ha declarado “Pro-muisca y no promiscua”. Otra me ha dicho que el muisca es más sabroso, tiene esa malicia indígena, ese picantico, ese sabor, que le falta al apuesto muchacho teutón. Pero claro, ¿a quién no le falta su morcilla, su bofe, su pelanga?... es que el jamón serrano es rico pero las entrañas extrañan la tierrita, y más cuando son entrañas de gamín. Uno también se cansa de comer carpaccio, ¡pero claro!, y anhela con ahínco un banquete de chicharrón con jeta, muchas veces olvidamos que la carne es débil y que cuando a uno lo levantan a punta de bofe y chunchullo es muy verraco acostumbrarse a comer solamente caviar.
Seguí indagando entre un selecto grupo de mujeres que aún no han perdido la fe en el PIB, que aún lo admiran y lo consideran un espécimen reproducible, a pesar de su pasaporte, su alma de guache irredento y su horrorosa jeta; y otra de las características que resaltan estas románticas suicidas es algo llamado “Labia” o verbosidad persuasiva que utilizan estos sementales criollos para enamorar, retener y muchas veces embaucar y dominar a la fémina; lo cierto es que el muisca es un maestro en el arte de esa verbosidad, con su labia culebrera logra convertir el cuento más inverosímil en una posibilidad real y hasta obvia, ¿Cuántos matrimonios no se sostienen gracias a estas piadosas mentiras producto de la verborrea del PIB? ¿Cómo no admirar esta hazaña, si es verdaderamente un arte? ¿Cómo no entender a estas piadosas mujeres que prefieren que su macho les pinte pajaritos en el aire en vez de aguantarse el pragmatismo monosilábico del hombre ario? La verdad hay que agradecer esta creativa verborrea que no descuida la doble moral cristiana que se erige aún en el centro del corazón de la mujer latina, para quien sería muy duro, doloroso y fatal escuchar la verdad; tanto así que la mujer latinoamericana prefiere la mentira, y aún sabiendo que el muisca le miente, se atreve a decir “¡tan divino!”, La mujer muisca ha llegado a aceptar por verdaderas excusas como: “ No eres tú, soy yo”; “Tengo esposa pero ya no la quiero, a la que amo es a ti” o “Lo tengo tan grande que me toca mandar a hacer mis calzoncillos…” entre otras. Es la misma muisca la que pide realismo mágico, y el PIB tiene la lengua perfecta para dárselo, en otras palabras, cuando el pueblo pide pan y circo, ¡hay que dárselo!.
Así pues, muisca, te pido disculpas por haber sido tan dura, por haber ignorado tus infinitas cualidades en el arte de la oratoria caliente, por haber pasado por alto tu sabor, tu estilo, tu swing, tu malicia. ¿A quién se le ocurre preferir a un hombre romántico, que habla en francés y que, además, es sincero, honesto pero no tiene ni la menor idea de echar paso, que a un pequeño muisca calenturiento, zángano pero sabroso? Por Dios, no blasfememos más, mujeres muiscas del siglo XXI; ¡es pecado ser tan malagradecidas! ¿Para qué ir a lavar, trapear y cocinar en el primer mundo si acá podemos hacer lo mismo, además de trabajar como unas negras? ¿A qué horas se nos dio por liberarnos del yugo muisca si alguien dijo sabiamente al muisca lo que es del muisca? ¿Cómo no entender que cuando un muisca nos pega no lo hace por malo sino para “corregirnos”? Por todas estas razones o cuestionamientos paso, hoy, de la intransigencia al perdón.
Perdóname, tú, muisca jetón, por haber cuestionado tus honorables formas de conquistar y amar; por haberme puesto a tu mismo nivel cuando debía permanecer callada y caminar detrás de ti como un fiel borrego, digo borrego porque sé cuánto te gustaba que estuviera en cuatro. Perdóname por burlarme de tu poco atractiva jeta, si es con esa misma jeta que elucubras tus historias dignas del mejor realismo mágico. Quizás mi ataque contra ti, querido muisca, solamente fue producto de la seguridad democrática y, en consecuencia, de la gran cantidad de extranjeros apuestos, nobles, cultos, románticos, de pasaporte digno que conocí y con quien nunca debí hablar, perdóname, he debido quedarme en un rincón soportando que me despreciaras con esa mirada de bacteriólogo que te caracteriza y que está siempre presente comunicándonos que crees merecerte una mujer más bella a pesar de tu calvicie, seborrea, barriga de cervecero y mal gusto. Y con justa razón, porque sabes que puedes hacerte a una mujer buena, mona, con prótesis de todo tipo y candidata a una certera lobotomía, a quien no le importaría llenarse de chinos, cocinarte, lavarte y hasta mantenerte para toda la vida, con el riesgo de que fundes otra familia armoniosa en cualquier otra ciudad.
Perdóname por no haber destacado tu apetito sexual de semental que te hace más cercano, en la escala evolutiva, al cromañón y el cual, la muisca intenta satisfacer a costa de lo que sea para que no sientas la necesidad de buscarte a otra: porque cuando tú tienes a otra no es porque no nos ames, ¡no! Es porque lo necesitas, porque eres demasiado macho para una sola ¿Verdad? Finalmente, pido de nuevo -arriesgándome a ser repetitiva- perdón, perdón semental criollo, muisca palabrero, PIB, perdón por haber subestimado tus poderes de latin lover y mucho más, por haberte traicionado de palabra, obra y omisión seducida por un hombre 50 centímetros más grande que tú en varios aspectos…
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