viernes, 28 de enero de 2011

La conquista posmoderna en manos de una mujer cansada


Bien lo decía mi bisabuela: todo tiempo pasado fue mejor. En épocas de antaño y aún en las cocacolas bailables de pasados más próximos, la mujer gozaba de una actitud social propia del hombre llamada galanteo, que para todas nosotras y para las mujeres de futuras generaciones es una práctica extinta, aunque anteriormente se consideraba la puerta sutil y maravillosa al romance. Lo que sucede hoy en día es que el hombre ha eliminado de su lista de tareas la conquista, dejándole ésta a la mujer. La mujer, inteligente como siempre ha sido, la adoptó y adaptó a sus costumbres, el problema vendría después, cuando el hombre se acostumbró a ser conquistado y se echó a rascarse la barriga, ese día las mujeres dijimos “hemos creado a un monstruo”. Ahora no solamente nos toca a nosotras ir a la caza del parco y poco agraciado chibcha venido a más sino que, además, nos toca aguantarnos las exigencias y desplantes de un zambo común que olvidó las técnicas del galanteo reduciéndose a su expresión más básica de primate cromañón. 


Es entonces cuando empieza la desazón de la mujer contemporánea, independiente, bella, inteligente, trabajadora, llena de cualidades “ideales” que para el chibcha común son aparentemente “inútiles”. Y sin embargo, las mujeres hemos dejado de lado la virtud para invertir en la imagen, entonces vienen las rutinas de gimnasio, las clases de pilates, los masajes estéticos, el botox… en fin, nos empezamos a volver compradoras compulsivas de belleza con un único fin: reproducirnos, y para no sentirnos tan frívolas y consumistas encubrimos esa intención con el aceptado concepto de lo que conocemos como “autoestima”. 

Mientras nos torturamos en una bicicleta durante horas, el zambo común se come una hamburguesa y se “echa” a ver el partido de fútbol. Mientras para nosotras la panza del chibcha puede llegar a ser hasta “tierna”, para el muisca estándar una mujer con barriga o celulitis está fuera del mercado por “gorda” y “fea”. Y durante esta constante lucha contra los kilos de más y las actitudes de desprecio de una fila de muiscas exigentes, nosotras tenemos que levantar la cabeza y seguir buscando porque está visto que el príncipe azul nunca va a llegar, somos nosotras las que tenemos que buscarlo, así no sea tan azul, y tenga más bien cara de sapo. 

Y hay algo que inevitablemente sucede durante este proceso de “conquista” al que estamos condenadas y es la competencia. Nos vemos enfrentadas a una voraz y poblada competencia, porque detrás de un zambo común hay tres o cuatro féminas queriendo reproducirse. Es entonces cuando empiezan las jugadas sucias, las haladas de pelo que popularmente se conocen como “mechoniadas”, las echadas de uña, y las insultadas en público con el fino bouquet que sólo se encuentra en las plazas de mercado. Es entonces cuando es necesario preguntarse ¿Vale la pena tanta aruñada por un zambo feo y jetón? 

Chicas, la respuesta solamente se la darán sus corazones. Yo por mi parte recomiendo abandonar la refriega en los escenarios nacionales y, como lo hiciere un día Cristóforo Colombo, echarnos a la mar en busca de otras tierras más prometedoras donde sí podamos colonizar algo que valga la pena. Propongo que cambiemos el arte de la “conquista” tan limitado y anacrónico por el arte de la “colonización” más adecuado y fructífero… lejos de acá. ¡Arrivederchi Chibchas!

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