El muisca, aunque se vista de seda, muisca se queda.
Cada vez que intento explicar las laudables labores de la fundación He-hunters cuya misión es luchar por un pasaporte digno para nuestros hijos –valga la pena la repetición, tan válida en la empresa de consolidar la organización como un sello mundial- me doy cuenta de lo ardido que se pone el muisca ante la idea de competir con testosteronas más finas que la propia. Sí, lo sigo gritando a los cuatro vientos, el extranjero supera al chibcha en muchos aspectos que no repetiré; lo que quiero señalar, ahora, es que cuando grito esto delante de un muisca, éste se ofende y empieza a dar patadas de ahogado diciendo, con su tono agropecuario y traicionero, que esos gringos nos quieren llevar allá es para que les lavemos la ropa y les “trapiemos” el piso. Da pesar y hasta tristeza ver cómo el muisca respira por la herida mientras saca pecho, mete la panza y se ajusta el pantalón como quien guarda un tesoro incalculable, eso sí, el muisca podrá ser lo que se quiera pero es un optimista increíble, cualidad muy saludable para su autoestima.
Cada vez que intento explicar las laudables labores de la fundación He-hunters cuya misión es luchar por un pasaporte digno para nuestros hijos –valga la pena la repetición, tan válida en la empresa de consolidar la organización como un sello mundial- me doy cuenta de lo ardido que se pone el muisca ante la idea de competir con testosteronas más finas que la propia. Sí, lo sigo gritando a los cuatro vientos, el extranjero supera al chibcha en muchos aspectos que no repetiré; lo que quiero señalar, ahora, es que cuando grito esto delante de un muisca, éste se ofende y empieza a dar patadas de ahogado diciendo, con su tono agropecuario y traicionero, que esos gringos nos quieren llevar allá es para que les lavemos la ropa y les “trapiemos” el piso. Da pesar y hasta tristeza ver cómo el muisca respira por la herida mientras saca pecho, mete la panza y se ajusta el pantalón como quien guarda un tesoro incalculable, eso sí, el muisca podrá ser lo que se quiera pero es un optimista increíble, cualidad muy saludable para su autoestima.
Otro de los argumentos que saca el muisca a la hora de desprestigiar nuestra loable tarea de establecer relaciones internacionales es que el extranjero es hombre, y los hombres son todos iguales, aquí y en cafarnaún. He de aceptar que este argumento es sólido y hasta cierto. No lo voy a discutir ni siquiera, el hombre es hombre, con o sin pasaporte digno, y ha de pelar el cobre en español, inglés, alemán o cualquier otra lengua. Pero sigo creyendo que el muisca es más proclive a pelar el cobre. Y aceptando el hecho de que el cuestionado desempeño masculino no es una cuestión de raza si no de género, el muisca hincha el pecho de nuevo y se le desarruga el ego. Así que con más seguridad y apropiado de la palabra, el muisca sigue echándole agua sucia al gringo diciendo que una vez el gringo coge las mañas locales se vuelve un muisca en versión mejorada y corregida. Otro argumento válido, ¡bravo, muisca!, vamos 2:1, hoy me estás arrasando. Debo admitir también, que el extranjero colombianizado, aprovechando su linda jeta, bastante más atractiva que la del muisca, e hipnotizado por la belleza de la muisca de recio gen, enamora a cuanta dama que moje cuco con lenguas extranjeras se cruce por su camino, y luego de enamorarla no tiene ningún problema con enamorar a otra que también se lo dé así de fácil porque él piensa: ¿Si estoy de vacaciones y conociendo, tengo que probar de todo o no? En ese momento es importante la presencia del muisca amigo, diciéndole, hágale, mister, aproveche y coma de todo lo que le ofrezcan. ¡Pero qué bonito intercambio cultural! Si las muiscas nos esforzamos por atender bien al gringo, el muisca se esfuerza por “aconsejarlo bien” y de paso goza de los privilegios que le da andar con un caballero de pasaporte digno en estas tierras pues el gringo termina gastándole la rumba y, por ahí derecho, consiguiéndole romances de debut y despedida – que son los más apetecidos por el muisca- y el muisca termina pegándosele al gringo como una lamprea para sorberle hasta el último dólar. Con el tiempo, el gringo que se amaña y se hace amigote del muisca termina percudido y con descendencia, no es raro ver luego un par de niños ojiverdes con pelo azabache o pelo de flecha, gritándole al gringo: “apá, apá… que ya está el almuerzo!”. Niños con jeta de gamín y pasaporte digno.
Sin embargo, analizando las estadísticas consolidadas por la fundación He-hunters el año pasado, la percudida del gringo no es una acción recurrente y, por lo tanto, solamente ocupa un porcentaje ínfimo en la muestra.
En cambio, las estadísticas muestran un alto porcentaje de muiscas queriéndose percudir de gringo. Son miles, generalmente son tipos estudiados y leídos que luchan constantemente con aplacar su instinto de simio tropical y viajan a hacer sus maestrías y doctorados en el primer mundo, a podarse la greña de montañero a punta de inviernos infernales y visas. Muy admirable la intención del muisca de percudirse de gringo ya que es una muestra de que, luego de mucho leer o viajar -o las dos- o viceversa, reflexionó y pensó que su naturaleza de latin lover ya no estaba siendo tan popular entre las mujeres liberadas del mundo posmoderno y que era hora de civilizarse. Hay que reconocer que este esfuerzo le suma puntos a esa población de indios letrados pero, mis queridos muiscas, no basta con querer, también hay que poder, y es en ese pedazo de la tarea en que siempre, inevitablemente, terminan fallando. Desde pequeña mi abuelita me decía “La mona, aunque se vista de seda, mona se queda” y yo he encontrado la ocasión perfecta para trastocar este aforismo popular y dejarlo como: “El muisca, aunque se vista de seda, muisca se queda”. Por más esfuerzos que haga el chibcha venido a más para despercudirse de muisca y, aunque recite de memoria a Simone de Beauvoir , aprenda a cocinar algo más que pasta, deje de mirar a cuanta escoba con faldas se le aparece con los hambrientos ojos de un perro de taller, deje de creerse el mejor polvo del mundo, acepte el complejo de pipí chiquito que tiene, deje de jartar pola para bajar la barriga de la treintañez o se haga injertos de pelo para cubrir la prominente calva que tiene, nunca llegará a civilizarse, la sangre de indio le puede, siempre volverá a su inmundo origen de guache irredento. ¿Pero cómo no? Si las muiscas seguimos viéndole divina esa jeta inmunda que tiene. Ahí también tenemos que aceptar nuestra responsabilidad, repito, el muisca es así porque nosotras lo permitimos, pero ese es otro debate que estaré dispuesta a dar más adelante, cuando tome fuerzas para echar uña si es el caso.
De momento, vuelvo a la materia que nos ocupa, la colombianización del gringo y la gringuización del muisca; ambas situaciones reales, la primera: existente en un porcentaje minoritario casi desechable para la muestra; la segunda: existente en un porcentaje considerablemente alto y tema controversial en el análisis de la muestra. Ni gringo con malicia indígena ni muisca despercudido, ni lo uno, ni lo otro, no aceptemos semejantes mequetrefes, chicas, ambos se convierten en un paquete chileno. Al primero devolvámoslo al primer mundo para que una europea de carisma nazi lo vuelva a poner en cintura y nosotras, encarguémonos de desenmascarar al muisca despercudido y, ¿por qué no?, de cantarle sus cuatro verdades. Hay que decirle en la jeta que por más viajado y estudiado que sea, por más beca y visa y doctorado, por más inglés, francés o alemán que haya aprendido, el muisca siempre será muisca. No nos dejemos confundir, el muisca como la materia no cambia, se transforma, en un muisca peor, con más maña, porque mientras se ha ido a despercudir al primer mundo también ha tenido la oportunidad de jugar en otras canchas y ha aprendido a calentarle el oído a la gringa, a quien, para su fortuna, le encanta el maltrato porque le parece exótico y la remonta al hombre primitivo que toma con violencia a la mujer para fecundarla, pero como ella sí no tiene problema con eso porque tiene pasaporte digno y el gobierno le responde por todos los chinos que quiera traer al mundo, con jeta inmunda o no…
Siendo este el panorama, negro como siempre, chicas he-hunter, propongo que hagamos un intercambio cultural, que el muisca despercudido –y el muisca en general- se vaya a amar al primer mundo y que el gringo continúe amando en estas tierras que, desprovistas de muiscas, se convertirían en un paraíso donde el gringo ya no aprendería la malicia muisca del extraditado aborigen y nosotras no tendríamos que irnos a “trapiar” al primer mundo n’est-ce pas?